El viejo Chacón.

Este relato surgió a raíz de un ejercicio de escritura creativa que consistía en aproximar sensaciones en una redacción. Las sensaciones eran: soledad, supervivencia, entereza, esperanza, desesperanza, nostalgia, locura, rabia, resignación y miedo. Y todo eso siente el viejo Chacón.

"El viejo Chacón vivía sus días en la tranquilidad de su casa, en la playa del norte. El vecino más cercano estaba a más de cinco kilómetros y la casa de Chacón estaba rodeada de playa y vegetación por tres de sus cuatro costados. La isla no era muy grande y, aunque en invierno hacía bastante frío y sus huesos se resentían, esta época del año era perfecta para vivir justo ahí. Aun así, Chacón se sentía solo. Echaba la vista atrás con nostalgia recordando sus tiempos de ajetreado urbanita, tiempos que habían pasado hacía más de 20 años, y sentía rabia por haber abandonado todo aquello. Durante sus años de juventud y madurez tenía la esperanza de terminar sus días tal cual los estaba viviendo en este momento y, sin embargo ahora..., se limitaba a sobrevivir. 

La playa no le causaba más que amargura dónde antes le provocó placer; la tranquilidad la traducía en aburrimiento y el aislamiento en desesperanza. Sentado en el porche, cada atardecer, el descenso del sol ya no le aportaba más que hastío y el momento de ir a dormir le producía cada vez más terror. Sentía miedo de cerrar los ojos y no volver a abrirlos, pero no por morir, eso no le asustaba, sino por hacerlo en la más completa y desoladora soledad. 

A veces creía estar volviéndose loco, una locura que le hacía desear cosas que jamás deseó y que ahora ya no podía poseer. Pero cada día, el viejo Chacón acababa sus días de igual forma, en soledad pero con entereza y resignación, que le hacían levantarse cada mañana con la misma pregunta escrita a fuego, rondándole los pensamientos: ¿cómo pude pensar en acabar así mi vida?

Y, un día más, el viejo Chacón salía al porche a contemplar el mar".