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sábado, 7 de abril de 2018

Un breve texto de perdón. (Escrito sin usar la letra "a").



Mi cielo, no te preocupes, soy sólo yo. 

Tengo muchos nudos envueltos en el pecho; dos los tengo rotos y tú los puedes ver. Intento unirlos de nuevo, envolverlos en el pelo, como hicimos con esos copos de luz de nieve que cogimos ese invierno, y tú y yo unimos en los nudos que temo perder sin remedio. El pino en el que los vimos se meció por fin entre luces de colores y tú que me oíste reír, con tus ojos de hechicero y sus brillos de otro mundo, conseguiste como siempre que el pino nos diese los bellos copos. ¿Cómo él pudo ver en ti lo que yo dejé ir?

Cierto como ese momento que vivimos es que mueren de los ojos que no te ven, esos brillos que no tuve pero si robé de ti. El perdón sincero, de ese que cientos de hombres y mujeres mueren por no entender que no siempre se puede obtener, sé que es imposible, no lo busco, pues sé que no lo tendré completo. Sólo los niños que poseen un interior puro, siempre lo consiguen y yo estoy lejos de ser un niño. Sólo intento que me toques y, estremeciéndote, me mires y vislumbres en mis ojos mi viejo yo. Estoy volviendo, mi mente, mi pecho lleno de nudos que se rompen, y yo veo en un tormento de errores conocidos que no resolveré si no consigo que me toques, que me mires. Yo te veo y te siento. 

En vez de conmigo sé que vives en mis sueños, donde oso decirlo en un grito. ¡Perdón! De esos con los que mi mente interrumpe con miedo mis sueños, entre mustios y sombríos posos de ti. El cielo cubre mi torpe correr si el pecho me rompe y corro entre edificios con tu nombre en un mudo grito que se esconde y con sollozos contenidos que quieren poseerme. Todos los secretos y juegos que de siempre me hicieron este que soy, mi mudo grito y mis contenidos sollozos los cosen entre nudos que debo destruir. No entiendo por qué los nombres me persiguen, son lo de menos, pero consiguen sus propósitos, el tormento y me duele el deshecho nudo que nos une de momento.

Estoy queriendo decir, en detrimento de este breve, muy breve perdón que sé que lo justo es que fuese eterno, que sigues en mí, de ti lo quiero todo, de mí no sé qué quieres, ¿con un nombre sirve? Te quiero y el peso de mis errores, estos muchos meses que estoy sin ti, meses de invierno helado, me oprime y necesito que un sol germine en mí y flores de febrero que vuelven muy pronto logren vivir. El comienzo de lo muy vivido, del retroceso, de ti y de mí en ese tiempo que creímos ser únicos en el cielo, como en tus sueños; de nosotros, en mis sueños, sin un grito, seguir tú y yo, juntos en nuestros sueños como pretendiendo que no se los llevó el viento.

Mi cielo, no te preocupes, soy sólo yo y mi perdón, que van a vivir en suspenso si tu brillo no vuelve, si lo disuelve el tiempo.





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